miércoles, 5 de marzo de 2008

Despertar...


En esta mañana lluviosa, en esta tarde fresca, en esta noche oscura, pienso en tu belleza.

Te observo de cerca, de lejos, de perfil, de frente, de espaldas. Y lo único que puedo ver es una conjunción armónica de formas y texturas exquisitas.

Me recuesto a tu lado, con la cabeza a poyada en tu hombro desnudo. Y comienzo a hacerme pequeña y tu pecho toma la forma de medanos en un desierto profundo y solitario, lleno de silencio y paz. Tu pecho es ahora un ondulado terreno de formas diversas que recorro con mis ojos y mis manos sin poder creerlo. Esta ahí! Es tangible y en cierta forma…es mío. Si se puede sentir algo de pertenencia por el solo echo de poder disfrutarlo algunas veces.

Observo ahora tu cara. Tus rasgos delicados pero varoniles. Tu mandíbula fuerte y el ángulo que genera con respecto a tu cuello, que es un Edén de aromas envolventes que me marea y me trasporta. Y sigilosa y felina, como un ladrón en la noche, me acerco mas a tu piel para disfrutar de ese perfume, de ese olor a felicidad que me embriaga. He inspiro y me lleno de el…me lleno de ti.

Reparo en la silueta de tu nariz recortada contra la pared blanca y en tu boca…tu boca que es merecedora de todo un ensayo entero solo para intentar describir siquiera un ápice de su apariencia, de su humedad, de su tacto, de su sabor, de su perfección…
Y sigo recorriéndote con la mirada y bajo hasta tu abdomen, construido de medanos mas pequeños, y no puedo evitar cerrar los ojos he imaginar lo excitante que se sería recorrer esos caminos con la punta de mi lengua hasta llegar a parajes mas prohibidos. Y cierro mi mano y aprieto el puño tratando de controlar lo que generan esos pensamientos en mi cuerpo…

Rozo tu piel con la punta de mis dedos. Desde el cuello hasta las manos sin dejar de tocarte jamás. Pasando por el hombro, el codo, el antebrazo y hasta por fin llegar a la muñeca, esa porción de piel más delgada que es tan sensible al tacto del otro, esa porción, que tan fácilmente se rinde ante el cosquilleo que le despiertan mis propias manos. Recorro tus dedos, gráciles, firmes. Observo tus manos, tratando de entender como pueden ser de hierro y de viento a la vez. Deseo que esas manos me recorran entera, como ahora lo hacen mis ojos con tu cuerpo, tratando absorber de un bocado toda esa maravillosa imagen que se muestra ante mí y de la que solo puedo obtener un placer mental ya que no quisiera perturbar tu sueño.

Pero ese placer es tan fuerte como el físico. Me descubro de repente pensando en tus gestos mas íntimos, en como empiezas a besarme dulce y luego de a poco la energía va mutando y un estremecimiento empieza a gestarse dentro del estomago y un poco mas abajo. Los besos se hacen mas firmes y mas ambiciosos y comienzan a plasmarse rigurosos como si tuvieran algo que reclamar, como si acaso hubiera algo que fuera a negarte…

Tus manos parecen ahora infinitas, mientras me recorren la espalda y se aferran a mi cintura y acarician mis muslos. Yo siento que las mías me son inútiles. Por que quieren torpemente tratar de tocarte todo entero de una vez, pero no lo logran, y eso hace que me llene de impotencia y de ganas de poseerte en un instante inminente al que llegaremos de todas formas. Ese es mi gran consuelo. Saber que podré ser una contigo en breve, cuando decidas dejar de torturarme, para empezar a darme un poco de alivio con el movimiento sutil de tu cadera.

Pienso en la forma en que muerdes de costado tu labio inferior para acentuar el placer, en la forma en que entre abres la boca cuando te invade ese calor abrasador que sientes subir por tu abdomen, en como frunces el seño cuando sientes que ese calor ya se a vuelto insoportable y en los sonidos que acompañan a esa dulce agonía… hasta que por fin acaba. Y liberas toda tensión de tu cuerpo perfecto, cubierto ahora de la humedad del mío, y te entregas al placer de descansar y disfrutar de la sensación de alivio que te envuelve tan inminente como antes te envolvía la sensación de morir en frenesí. Y te observo de nuevo y te amo otra vez…

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